¿Cuál es la fuente de los saberes humanos? ¿Podemos vivir sin certezas? ¿Con qué criterios podemos aceptar que lo que conocemos sea verdadero o falso? ¿Sirve el escepticismo para lograr una vida mejor? En las últimas décadas, para alcanzar la verdad o la tranquilidad interior, se han reivindicado casi todas las escuelas de la sabidurÃa antigua: desde los estoicos a los cÃnicos, desde los epicúreos a Platón y Aristóteles, pasando por los taoÃstas chinos, los budistas del zen japonés o el yoga indio. En esta recuperación constante de los clásicos tan solo parece faltar la escuela escéptica. Hoy en dÃa tendemos a asociar escepticismo con incredulidad ordinaria. Sin embargo, el escepticismo no implica una negación absoluta, sino más bien todo lo contrario, es decir la puesta en cuestión de dogmas, tópicos y prejuicios. El escepticismo filosófico deriva de la palabra skepsis que significa «investigar», no conformarse con una respuesta dogmática. Pensar con sentido implica dudar, cuestionar las aparentes certezas. Es por ello que el escepticismo ha sido una de las más potentes tradiciones de la historia de la filo