Somos inteligencias emocionales. Nada nos interesa más que lossentimientos, porque en ellos consiste la felicidad o la desdicha. Son lo más íntimo a nosotros, y lo más ajeno. Actuamos para mantener unestado de ánimo, para cambiarlo, para conseguirlo. No sentimos lo quequerríamos sentir. Somos depresivos cuando quisiéramos ser alegres.Nos reconcomen las envidias, los miedos, los celos, la desesperanza.Desearíamos ser generosos, valientes, tener sentido del humor, viviramores intensos, librarnos del aburrimiento, pero nos zarandeanemociones imprevistas o indeseadas. Podría leerse la historia denuestra cultura como el intento de contestar a una sola pregunta: ¿qué hacemos con nuestros sentimientos?El autor cree que, ante todo,conocerlos. Para ello se interna en el laberinto sentimental, con lacolaboración de la psicología de última hornada y de la filosofía detodos los tiempos. Estudia cómo el niño construye su mundosentimental, y cómo el adulto se encuentra viviendo en una casa talvez inhabitable. En el laberinto se tropieza con ilustres visitantes:Rilke, Kafka, Proust, Sartre, Rimbaud, Kierkegaard, Don Nepomu