Diccionario onomástico supuso el portentoso y tardío debut de Mircea Horia Simionescu (1928-2011), el último gran heterodoxo de las letras rumanas y un audaz precursor del postmodernismo en el país carpático en una época dominada por la censura.
Primo lejano de Borges y Calvino, eslabón perdido de la discreta estirpe de los Juan de Mairena, Francisco Ferrer Lerín o Cristóbal Serra, MHS fue ante todo un autor para quien la literatura, lejos de un oficio, constituyó una forma de vida al margen de la propia vida, un exilio autoimpuesto en un paraje si cabe más árido y remoto que el Ponto Euxino ovidiano: el erial literario en que la doctrina estética y política del totalitarismo nacionalcomunista sumió Rumanía durante varias décadas.
Con su afán enciclopédico, este falso onomasticón se inscribe en la tradición de los (anti)diccionarios literarios para arremeter contra los lugares comunes y el delirio colectivo armado de su irreverente erudición, su mordaz costumbrismo y su desbordante ingenio.