En 1946 Philip Larkin conoció a la profesora de literatura inglesa, Monica Jones, que fue, sin duda, la mujer más importante de su vida y con quien mantuvo una fluida correspondencia hasta su muerte, en 1985, a los sesenta y dos años de edad. Cartas a Monica es el compendio de todas ellas.
Philip Larkin. Coventry (Warwickshire) 1922 Hull, (Yorkshire del Este) 1985. Nació en el seno de una familia conservadora inglesa, y estudió en la Universidad de Oxford. Fue novelista, crítico literario y musical (durante muchos años escribió sobre jazz en el The Daily Telegraph) y sobre todo poeta, desde que quedó fascinado por el escritor Thomas Hardy. Sus influencias literarias provienen también de T. S. Eliot, W. H. Auden, Ezra Pound y fue un gran lector de Oscar Wilde, G. B. Shaw, J. Joyce, K. Mansfield y de su escritor favorito, D.H. Lawrence. Durante toda su vida mantuvo una relación de amistad con el escritor Kingsley Amis a quien conoció en Oxford en 1941. Desde 1943, ejerció de bibliotecario, primero en Wellington (Shropshire) después en la Universidad de Leicester, más tarde en la de Dublín y por último en la de Hull donde estuvo hasta su muerte. Público dos novelas, Jill (1943) y Una chica en invierno (1947). En 1945, publica su primer libro de poemas: El barco del Norte, más tarde Un engaño menor (1955) y en 1964 Las bodas de Pentecostés, que tuvo un gran éxito. En 1974, aparece su último libro de poemas, Ventanas altas. Tuvo un gran reconocimiento en su país, incluyendo la entrega de la Queens Gold Metal for poetry que recibió en 1965. En 2010, veinticinco años después de su muerte, se celebró en su honor el Festival Larkin en Kingston upon Hull, en cuya biblioteca universitaria trabajó durante gran parte de su vida. Tuvo una gran influencia en algunos miembros de la Generación del 50, sobre todo en Gil de Biedma y Gabriel Ferrater
Es gracioso, uno empieza pensando que es retraído, sensible, inteligente, siempre humilde y un paso por detrás y todo lo demás; y entonces resulta que, a los treinta, descubre que es un gran bruto integral, incapaz de apreciar algo más sutil que un beso o una patada, que ruge sus hipocresías a voz en grito, con la piel tan gruesa e insensible como un rinoceronte. Al menos, en mi caso. Por eso nunca debes pensar que te critico a ti. Tú siempre tienes razón, incluso cuando no es agradable tenerla. Ahora, a trabajar, ¡Tocinito!.
Philip Larkin, en Cartas a Monica