Tal vez a ti también te hayan dicho que como ciudadano o ciudadanatienes un gran poder. No puedes levantar el martillo de Thor ni volarcomo Wonder Woman, es cierto, pero, ojo, puedes votar. Ese es tupoder. Guaaaaau. ¿En serio? ¿Y cómo se explica entonces esesentimiento, entre la desilusión y la desolación, que a tantos nosacomete en relación con el voto? Menuda papeleta... François Bégaudeau se ha propuesto diseccionar de manera radical esta pregunta. Podríahaberlo hecho con un ensayo sobre la famosa «crisis de larepresentación», pero este libro está en las antípodas delacademicismo (es un ensayo muy narrativo, en parte autobiográfico, con mucho sentido del humor y un pelín de mala hostia).Lo primero que debemos recordar es que la democracia no está en laselecciones, sino entre las elecciones. Sin embargo, nuestrassociedades proponen lo contrario: elecciones y nada más entre ellas. Y allí donde la democracia se restringe a un sistema electoral, quedaanulada de facto, al igual que el poder de sus ciudadanos. Ni Thor niWonder Woman, somos más bien Dráculas... pero invertidos: una vez cada cuatro años salimos d