Más allá de la ligereza y frivolidad que la crÃtica ha tendido a ver en los cuadros de Antoine Watteau, Walter Pater descubre en ellos su profunda melancolÃa, su trágica y delicadÃsima seriedad; como si en aquel mundo de ensueño galante que Watteau creaba hubiera ya a principios del siglo XVIII un presentimiento del trágico final que habÃa de tener la gozosa y elegante sociedad en que él se inspiraba.