Lírica inglesa del s. xix reúne a "los
mejores poetas ingleses que fueron los
iniciadores en unos casos o seguidores
en otros de la llamada revolución romántica".
En traducción fi el y atinada
y muchas veces bella, Ángel Rupérez
nos abre las puertas a poetas como
Wordsworth o Coleridge, quienes, con
asombrosa genialidad, sentaron las
bases de una nueva sensibilidad que
permitió a sus seguidores prolongar
las posibilidades del gran descubrimiento:
buscar insondablemente en
uno mismo el fundamento de toda
creatividad verdadera. Shelley, Byron
o Keats se hicieron cargo, cada uno a
su manera, de ese legado y contribuyeron
a construir con su fuerza poética el
más brillante edifi cio de la poesía inglesa
de cualquier época. Tras su senda
los poetas victorianos -Browning,
Tennyson, Brontë, Arnold- prolongaron
las consecuencias de ese descubrimiento,
siempre con la sufi ciente entidad
como para no echar demasiado de
menos a sus antecesores. Parecida empresa
emprendieron los prerrafaelitas
-Dante Gabriel Rossetti a la cabeza- y
así hasta tropezar, hacia el fi nal del
siglo, con talentos como Christina
Rossetti, G. M. Hopkins, T. Hardy
o W. B. Yeats, palabras mayores de
la poesía de cualquier tiempo, sin olvidar
a Johnson o Dowson, poetas
malogrados pero inolvidablemente
prometedores. Todos ellos, cada uno
en su sitio y en su esplendor, son la luz
que la poesía puede prometer a quien
quiera pedirle santifi cados e iluminados
refugios en los que la vida saldrá
siempre fortalecida.